Por: Cintia Zerón, Victorino Alatriste
Palabras clave: ovario, poliquístico, depresión
El síndrome de ovario poliquístico (conocido como SOP, por sus siglas en español) es un trastorno neuroendocrino que afecta a las mujeres en edad reproductiva. Se estima que un 6% al 20% de la población mundial puede sufrir esta afectación (Chang y Dumesic, 2019). En México se estima que del 6% al 10% de la población femenina cursa con el síndrome (Moran et al., 2010). Entre las afectaciones a la salud que el SOP causa en las mujeres se encuentran infertilidad, hirsutismo (crecimiento excesivo de vello en mujeres), mayor riesgo de cáncer endometrial y obesidad; que comúnmente conlleva al desarrollo de resistencia a insulina, dislipidemia y diabetes mellitus tipo 2. Aunado a esto, se han reportado trastornos psicológicos en las pacientes como depresión, ansiedad y desórdenes alimenticios (Chang y Dumesic, 2019).
Se ha reportado que cerca del 38% de las pacientes con SOP caen en depresión (Hollinrake et al., 2007). Las razones que se han teorizado es que los cambios físicos como lo son el hirsutismo, el acné, la obesidad y los problemas de fertilidad son los responsables de la falta de autoestima, menor sensación de feminidad y sentimientos depresivos en las pacientes (Kolhe et al., 2022).
La depresión es el más notorio de los desórdenes afectivos y afecta gravemente el funcionamiento psicológico cambiando el estado de ánimo y conducta de la persona empeorando su calidad de vida. Entre sus componentes se observa apatía, pensamientos negativos, sentimientos de culpa e indecisión (reflejados en falta de autoestima y motivación), pérdida de libido y apetito, disturbios del sueño, así como ralentización de pensamientos y acciones. A nivel global, 3.8% de la población sufre de depresión. En México se ha reportado que 9.2% de la población mexicana ha sufrido un trastorno depresivo en su vida (Kolhe et al., 2022).
Comprender los mecanismos de patogenia del SOP como de la depresión nos lleva a conocer las posibles asociaciones y el origen de los trastornos depresivos en las pacientes con SOP. A continuación, se hará una breve explicación de la patogenia de ambas patologías.
La clave de la patogénesis del SOP se encuentra en el eje hipotálamo-hipófisis-ovario (H-H-O), donde hay un desbalance hormonal. Las pacientes con SOP tienen altas concentraciones de andrógenos (hiperandrogenismo), principalmente testosterona; los cuales se unen a sus receptores (AR) encontrados en el hipotálamo sobre un grupo de neuronas denominadas KNDY (Kisspeptina- Neurokinina B – Dinorfina), esenciales para el control de la liberación pulsátil de GnRH (hormona liberadora de gonadotropinas). Tanto en modelos animales como en pacientes se ha observado que durante el SOP aumenta la liberación pulsátil de GnRH; aumentando su concentración. El GnRH se une a su receptor (GnRHR) en la hipófisis donde el aumento de señal provocada por la GnRH causa una desregulación en la secreción de las hormonas FSH (hormona folículo estimulante) y LH (hormona luteinizante). Durante el SOP se reporta un aumento de la liberación de LH con respeto de FSH. Ambas hormonas actúan sobre el tejido ovárico ayudando a la maduración de los folículos para la ovulación. Las alteraciones hormonales (LH/FSH) provocan que los ovocitos (precursores inmaduros de los óvulos) no se desarrollen en un óvulo maduro y no ocurre la ovulación. En vez de esto, se forman quistes de ovocitos (Walters et al., 2018). La falta de ovulación y el desarrollo de quistes conllevan a que las pacientes sufran de infertilidad anovulatoria, principal afectación en el SOP (Chang y Dumesic, 2019).
El hiperandrogenismo en las pacientes también trae consigo alteraciones metabólicas. El exceso de andrógenos conlleva al desarrollo de resistencia a insulina e hiperinsulinemia por parte del páncreas para tratar de compensar la falta de acción insulínica. Las alteraciones metabólicas aumentan los depósitos de grasa central e inflamación en las pacientes. Los adipocitos a su vez aumentan la producción de andrógenos y secreción de citocinas inflamatorias. Además, la insulina actúa en el ovario impidiendo el desarrollo de los ovocitos y ayudando a elevar las concentraciones de testosterona ovárica (Walters et al., 2018).
Como podemos comprender, la patogénesis del SOP deriva en un círculo vicioso donde un signo tras otro conlleva en el mantenimiento de la enfermedad comprendida por trastornos endocrinos y metabólicos en las pacientes, desarrollando infertilidad anovulatoria, obesidad, resistencia a insulina y un estado inflamatorio.
Explicar el inicio de un trastorno depresivo en un paciente es todavía más complejo, ya que normalmente se encuentran ligados a experiencias propias. Algunos estudios demuestran como inductores un trauma durante la infancia, eventos de estrés crónico o violencia (Pérez-Padilla et al., 2017).
Entre los probables mecanismos que conducen a la depresión se encuentra una disminución de los niveles de monoaminas: 5-HT (serotonina), NA (noradrenalina) y DA (dopamina). Las monoaminas son neurotransmisores cuyas funciones principales son la regulación del apetito, libido, placer, motivación, conciencia, sueño; funciones que se ven afectadas durante la depresión (Pérez-Padilla et al., 2017). Otro mecanismo importante es el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (H-H-A) ya que se han reportado altos niveles de cortisol en pacientes depresivos. La liberación de cortisol en respuesta a estrés crónico conlleva a una retroalimentación negativa conduciendo a la desregulación del eje H-H-A potenciando así mayor secreción de cortisol. Altos niveles de cortisol han sido asociados con anormalidades estructurales en el cerebro como atrofia de proyecciones dendríticas (prolongaciones de las neuronas que sirven como receptoras de impulsos nerviosos), menor neuroplasticidad (habilidad del sistema nervioso de modificarse para crear nuevas conexiones neuronales en respuesta de estímulos, desarrollo, disfunción o daño) y muerte neuronal (Sapolsky, 2000). Relacionado a la estructura cerebral, también se han reportado atrofia en áreas del hipocampo y corteza cerebral, disminución neuronal en locus coeruleus (área noradrenérgica), falta de actividad dopaminérgica en el núcleo accumbens y afectación en áreas límbicas (importantes en ánimo y cognición). El factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y el factor de crecimiento nervioso (NGF) son sustancias encargadas de la neurogénesis y plasticidad neuronal en el sistema nervioso central y periférico; los cuales curiosamente también se encuentran disminuidos en pacientes depresivos (Korgaonkar et al., 2014). Por último, las citocinas proinflamatorias también pueden contribuir al desarrollo de la depresión, ya que estas causan una depleción de las monoaminas (Shelton y Miller, 2011) (Ver Figura 1).
Como mencionamos con anterioridad, algunos signos típicos del SOP son obesidad (50%), resistencia a insulina (75%) y un estado inflamatorio persistente. Se ha reportado un aumento en la incidencia de depresión en pacientes con SOP obesas y con resistencia a insulina, por lo que, algún mecanismo esencial en las alteraciones metabólicas podría estar ligado a la patogénesis de los cuadros depresivos de las pacientes. Además, ambas patologías muestran un aumento en marcadores proinflamatorios (Kolhe et al., 2022). Por estas razones podemos llegar a pensar que los cambios metabólicos y el proceso inflamatorio inducen la depresión en pacientes con SOP.
Como se mencionó anteriormente, el aumento de los depósitos de grasa central, así como el estado de resistencia a insulina provocan un aumento de marcadores inflamatorios. Algunos de ellos demostrados en pacientes con SOP son TNF-α, IL-4, IL-1, IL-6, IFN-γ (Kolhe et al., 2022). Estos marcadores pueden causar una depleción en los niveles de 5-HT y DA, neurotransmisores que se encuentran disminuidos durante la depresión. Los marcadores proinflamatorios activan la enzima indoleamina 2,3-dioxigenasa, la cual es una proteína que causa la depleción de triptófano (precursor de 5-HT o también llamado serotonina), que a su vez causa una disminución en su producción (Shelton y Miller, 2011). Además, la IL-1β y el TNF-α aumentan la expresión de la bomba de recaptación de 5-HT, disminuyendo su presencia en los espacios sinápticos (Zhu et al., 2010).
Aparte de la alteración en los niveles de monoaminas, también se ha reportado que las citocinas preinflamatorias causan alteraciones en la neuroplasticidad, atrofia y muerte neuronal, alteraciones observadas en la depresión (Lasoń et al., 2013). Otro cambio importante en la patogénesis del SOP que mencionamos es el aumento de los niveles de cortisol. De acuerdo con estudios, se observa que las citocinas proinflamatorias aumentan la actividad del factor liberador de corticotropinas (CRF), el cual aumenta la actividad del eje H-H-A, alterando también la neuroplasticidad (Miller et al., 2013). Por último, otra asociación es que altos niveles de IL-6 causan trastornos del sueño, común en pacientes depresivos (Leonard, 2001).
Para finalizar, también es importante mencionar algunos mecanismos que podrían estar potenciando el mantenimiento de ambas patologías como un “círculo vicioso”. Los altos niveles de cortisol a través de los receptores glucocorticoideos aumentan los depósitos de grasa central causando obesidad central e hiperandrogenismo (Miller et al., 2013). Otro dato curioso es que la depleción de neurotransmisores monoaminérgicos (que también regulan el eje H-H-O) conllevan con altos niveles de testosterona, contribuyendo al mantenimiento del SOP (Chaudhari et al., 2018).
Existen varios posibles mecanismos de la prevalencia de la depresión en el SOP como lo son la obesidad, resistencia a la insulina e inflamación. Comprender completamente la patogenia de la depresión en el SOP ayudaría a encontrar una terapia adecuada para su control y mejorar la calidad de vida de las pacientes.