Por: Mario Alberto Velázquez García / Mariano Castellanos Arenas
Palabras clave: historia, patrimonio, preservación
El patrimonio se ha convertido en un concepto que los distintos gobiernos utilizan, para el desarrollo de políticas públicas de preservación de edificios históricos, de objetos y otras expresiones sociales; así como de planeación urbana o para el desarrollo de nuevos proyectos de activación de los bienes culturales (materiales e inmateriales) y naturales. Por ejemplo, la construcción del Tren Maya y la conservación de la historia material de la antigua sociedad maya es, en este momento, un punto relevante para el debate y es partir de aquí que nos preguntamos ¿es el gobierno el único responsable de la salvaguarda del patrimonio? y ¿cuál es el papel de la de la sociedad civil?
Estas mismas preguntas son las que guían la investigación que realizamos en Huapalcalco, una zona arqueológica localizada a cicco minutos de la ciudad de Tulancingo, Hidalgo. En este lugar las edificaciones prehispánicas visibles, y otras varias cubiertas por tierra y maleza, no han sido objeto del interés por parte del Estado mexicano. Con el crecimiento de la mancha urbana alrededor de Huapalcalco, los habitantes se han ubicado tan cerca de estas, que algunas de las estructuras piramidales se ubican en el patio trasero de propiedad privada y hasta son usadas como lugar de pastaje de vacas. Las distintas expediciones antropológicas han documento la extracción de elementos pétreos de los conjuntos prehispánicos para la edificación de bardas, incluso de viviendas.
Durante décadas, dependencias del Estado mexicano, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el gobierno del Estado de Hidalgo y el Municipio de Tulancingo han mostrado un interés poco claro entre lo estudiado y lo tutelado respecto a Huapalcalco. Aunque el mismo Estado financió expediciones de antropólogos desde la década de los 50 del siglo pasado, de pate de las autoridades federales, estatales y municipales no parecía existir una disposición apremiante por conservar las estructuras, a pesar de la evidencia de su continuo saqueo y destrucción.
Una residente de la zona, Monserrat Barragán, decidió hacer algo al respecto con sus propios recursos, buscó información sobre Huapalcalco y descubrió que se trataba de un importante emplazamiento tolteca, aunque ya existían evidencias que demuestran que grupos provenientes de Teotihuacán se instalaron aquí (Gaxiola, 1999). Huapalcalco también fue un centro político y económico, desde donde se comercializaban productos claves como la obsidiana, el cinabrio y el algodón, que intercambiaba por productos costeros como la sal.
Además, Huapalcalco era una ciudad con cualidades sagradas desde su fundación, atribuida a Quetzalcóatl quien, según la leyenda, pasó cuatro años en este lugar donde construyó una “casa de penitencia”. El templo de Huapalcalco fue uno de los más antiguos e importantes para los grupos nonoalcas en el centro de México, por estar ligado a la fundación de Tollan. Los orígenes de los grupos que fundan esta ciudad coinciden con los orígenes del personaje al que se le atribuye su fundación (mágica): Quetzalcóatl (Omaña, 2019). Los tempos de Quetzalcóatl tenían un rol importante, eran llamados nezahualcalli y estaban dedicados a los actos de penitencia, particularmente las sangrías rituales. Fueron usados durante distintas celebraciones como la del Fuego Nuevo o de fertilidad indígena, pero también eran parte de las festividades relacionadas a la transmisión de los cargos de autoridad. Entre otros ritos, los nezahualcalli fueron utilizados también para que los gobernantes se perforaran la nariz, labio u oreja, cuyo objetivo era colocarles una joya que representaba su relación permanente con su lugar de señorío. Mediante este ritual tomaban el título de Nácxtli, lo que los identificaba con el mismísimo Quetzalcóatl, otorgándoles la capacidad de redistribuir bienes de prestigio y la legitimidad de su gobierno (Gaxiola, 2009).
Con la información que reunió esta ciudadana comenzó a organizar recorridos por la zona, primero entre aquellas personas cercanas que se mostraron interesadas y poco a poco con las escuelas de la región; así mismo algunas organizaciones de ciudadanos pidieron ser parte de estos recorridos. Con el tiempo se fundó una organización, Niebla y Tiempo, la cual tuvo como objetivo central participar en la difusión y preservación de este espacio arqueológico.
La persistencia de esta asociación por promover la zona, así como su capacidad de atraer la atención de personas de la comunidad y generar una repercusión nacional provocaron finalmente un cambio en la postura de las autoridades locales, estatales y finalmente nacionales. La relación entre las distintas autoridades y Niebla y Tiempo no ha sido de cooperación, por el contrario, existieron momentos de tensión y abierto conflicto a partir de los valores diferenciados de los distintos agentes e instituciones. Ante ello, el estado mexicano decidió convertir a Huapalcalco en Zona de Monumentos Arqueológicos y, a pesar de ello, persiste un pleito legal sobre quién debe gestionar este sitio.
Este proceso nos muestra que las autoridades no son, necesariamente, el único agente activo en la conservación del patrimonio. La población local y la sociedad civil pueden ser también agentes fundamentales. Sin embargo, el involucramiento de la comunidad no necesariamente se produce de una manera armoniosa, todo lo contrario, existen múltiples puntos donde hay tensiones. Esto explica por qué los distintos agentes tienen distintas perspectivas sobre cuáles son los bienes, espacios y maneras en que puede y debe ser conservado el patrimonio. Incluso, estas diferencias abarcan a la definición misma sobre qué son los bienes culturales.
Al considerar al patrimonio cultural como un área de conflicto, es necesario reflexionar que un sitio como Huapalcalco es productor de diversas identidades, intereses y de un marco normativo, lo que resulta en un conjunto diferenciado de sentimientos, emociones y significados, en una infinita gama de interpretaciones sobre su pasado, su presente y su futuro.
Ahora bien, ¿Quiénes son los agentes activadores del patrimonio cultural? creemos que son el Estado y sus instituciones, así como otros sectores como el mercado, la academia y las organizaciones sociales. Pero es entre estos agentes, es el gobierno que, desde sus diferentes niveles territoriales (local, regional o nacional) ocupan un lugar privilegiado por su posición hegemónica en la reproducción, fortalecimiento y robustecimiento del objetos o zonas consideradas patrimonio. Por lo tanto, es fundamental analizar las normas y las leyes sobre este tema ya que, a través de ellas, el Estado escribe las “reglas del juego”. Por esta razón, es importante señalar que la posibilidad de que las instituciones decidan sobre qué es patrimonio y lo “sacralicen” generará siempre disonancias y resistencias en otros sectores, ya que esta forma de valoración responde generalmente a intereses que nada o poco tienen que ver con los de las comunidades, que hacen uso del espacio patrimonial, lo viven y preservan sus costumbres y tradiciones.
El proceso que se ha seguido para que Huapalcalco se convierta en zona de monumentos arqueológica es inédito, debido al protagonismo que tiene la sociedad civil local (particularmente el grupo Niebla y Tiempo), en lograr que las instituciones gubernamentales dieran este reconocimiento a un sitio que no parecía estar en los planes prioritarios para lograr esta distinción federal. Sin embargo, durante todo este proceso las autoridades, primero a nivel local y después a nivel nacional, buscaron ser el agente central para decidir los tiempos, las definiciones e incluso los mismos actores que tenían “autoridad” y “conocimientos” necesarios para participar. Las agencias de gobierno y los funcionarios (los profetas del pasado) presentaron su actuación (y exclusión de otros) como un proceso “técnico” y desarrollado por “expertos”, cuando en realidad, este caso demuestra nuestro argumento central: los lugares, los objetos o las actividades que son definidas como patrimoniales adquieren esta categoría dentro de una arena de disputa social, donde distintos actores buscan influir en los bienes que deben o no adquirir esta denominación (González-Varas Ignacio, 2000).
La patrimonialización de Huapalcalco se produce dentro de un contexto donde existen actores políticos que buscaron obtener beneficios para sus aspiraciones personales de lograr nuevos cargos, o como formas de la colaboración entre agencias de gobierno. Al mismo tiempo, fueron constantes los intentos de agentes gubernamentales por descalificar o demeritar la actuación de los agentes locales, particularmente aquellos que dirigían la organización Niebla y Tiempo. Finalmente, es fundamental aclarar que este caso no solo es sumamente interesante, sino también excepcional, además de que es parte de una investigación más profunda y en proceso de publicación.