Voces de Expertos
por
Elba I. Cervantes López
Arte con agenda política: la lucha feminista en el espacio público
30
de
May
de
2023
COMPARTIR ARTÍCULO

Los feminismos contemporáneos constituyen un movimiento social y político que se territorializa en el mundo global de maneras particulares. Un ejemplo de ellos son las expresiones artísticas en el espacio público, como una forma de protesta y llamado a la acción social y política, situadas en una coyuntura y espacio específico. Para la última ola del feminismo, el arte contemporáneo con agenda política ha jugado un papel preponderante en la visibilización y reflexión sobre las distintas dimensiones de la lucha feminista.

Durante los últimos años varias ciudades mexicanas han atestiguado el crecimiento y la intensificación del movimiento feminista. En las marchas se han producido múltiples intervenciones en el espacio público, como un recurso o herramienta legítima para llamar la atención sobre la búsqueda de justica y la rabia hacia la impunidad por parte del Estado. Las pintas en los monumentos o sobre los muros de la ciudad, son solo algunas de las formas que toman los reclamos del feminismo, existen otra serie de estrategias que se llevan a cabo a partir de procesos colectivos, como instalaciones, acciones de performance, muralismo, proyectos digitales, arte electrónico o intervenciones en el espacio público. El repertorio de manifestaciones artísticas vinculadas al feminismo es amplio y se pueden rastrear en la historia del activismo, el arte y los movimientos sociales, son reapropiaciones y resignificaciones del espacio público que además de dar cuenta de las narrativas de violencia que forman parte del día a día de las mujeres en este país, generan procesos que desbordan las dinámicas de los espacios institucionales o hegemónicos del arte. Cuando estas formas de resistencia tienen lugar en la calle, se intensifica y colectiviza la denuncia. El carácter simbólico de estas prácticas funge como repositorio de memorias en acción, o un despliegue de las múltiples narrativas de violencia que se encarnan en la obra.

En este sentido, la ciudad es un espacio paradójico, puesto que por un lado se entiende como un lugar de violencia y al mismo tiempo se ha convertido en una zona de empoderamiento y lucha.

Como lugar de violencia, produce dinámicas en las que acontecen eventos de acoso sexual, hostigamiento, violencia física, psicológica, o verbal de manera sistemática y continua hacia las mujeres. El espacio público es un ámbito en el que las disidencias y las minorías, en comparación con los hombres heterosexuales, no transitan con la misma libertad. Sin embargo, como zona de empoderamiento y lucha, ha fungido como escenario de las protestas y manifestaciones que han visibilizado y masificado el movimiento feminista, y ha puesto de manifiesto la participación de las mujeres en la vida pública.

Siguiendo a Álvarez Enríquez (2020, pp. 156-157) con la consolidación de la reconfiguración neoliberal capitalista de México y la intensificación de la lucha contra el narcotráfico, se ha anidado una serie de factores desencadenantes y centrales para comprender la intensidad, el crecimiento y las formas de movilización y protesta del movimiento feminista en la actualidad: 1) El aumento generalizado de la violencia en el país; 2) La impunidad en el tratamiento de los delitos de género; y 3) La expansión de la misoginia y el resentimiento hacia la autonomización y empoderamiento de las mujeres.

El feminismo como movimiento político y el arte feminista se encuentran en un constante diálogo y retroalimentación mutua, los saberes y experiencias producidas desde la vida social, atravesadas por la violencia, impactan en los modos de representación que produce el campo artístico como formas de activación política y de experiencias sensibles. Desde los años setenta las artistas feministas latinoamericanas, se han abocado a cuestionar y protestar en contra de aquel arte que se presenta como autónomo, apolítico y producido a distancia de las problemáticas sociales, oponiéndose al estereotipo del artista blanco, genio y heterosexual. Poniendo en marcha las tensiones de lucha contra el sistema patriarcal desde las experiencias tanto individuales como colectivas de las mujeres (Antivilo, 2013, pp. 22-23).

Durante los años ochenta en México se gestaron los inicios de los primeros proyectos de arte feminista, en espacios autogestionados y aislados que generaron exposiciones y grupos de reflexión en torno a las experiencias de diversas mujeres artistas. Polvo de Gallina Negra fue el primer colectivo de arte feminista en México, se formó en 1983, con la iniciativa de Mónica Mayer y Maris Bustamante. Mayer ha sido una de las principales contribuyentes a la consolidación del arte feminista en México, y a su participación dentro del debate académico y artístico. A partir de los años noventa, el arte feminista continuó la misma praxis política y autogestiva, pero en un contexto distinto. La consolidación del neoliberalismo generó un mercado de todo aspecto de las vidas humanas, y a la par, conformó nuevos imaginarios, subjetividades y procesos de organización social. En este contexto, las prácticas artísticas feministas aportaron nuevos cuestionamientos sobre la configuración del sistema capitalista-patriarcal; la violencia de género; los repertorios simbólicos de la representación la resignificación del cuerpo de las mujeres; y la forma en que las percepciones de la diferencia sexual, conforman un orden simbólico en el que se asientan procesos políticos, culturales, económicos y sociales.

Con la entrada del siglo XXI las prácticas de arte feminista como movimiento político solo se han diversificado y amplificado. De igual manera sus estrategias de resistencia se han consolidado y legitimado nuevas formas de politizar desde la estética. Antivilo (2013) propone tres categorías con el fin de ordenar las extensas y elusivas formas que este tipo de activismo puede tomar: Ironía, sarcasmo y parodia; colectividad, transdisciplina y autogestión; performance y pedagogía; protesta creativa; performance masivo o teatralidades. Desde un punto de vista más amplio existe una serie de temáticas por las que, a lo largo de las últimas cuatro décadas, el arte feminista se ha caracterizado: El erotismo femenino y el derecho al placer y autoplacer; sexualidad libre sin obligatoriedad de reproducción; derecho al aborto; rechazo hacia todas las formas de violencia hacia las mujeres; la alienación del trabajo doméstico; y la crítica hacia la representación de las mujeres por parte de los medios de comunicación masiva, y la conformación de la mentalidad y del cuerpo de la mujer, especialmente según la mirada colonizadora y castradora de la religión.

Las prácticas artísticas que también son activistas implican procesos culturales híbridos que cobran forma a partir del mundo real y del mundo del arte, catalizando los esfuerzos estéticos, sociopolíticos y tecnológicos para desafiar, explorar o borrar las fronteras y las jerarquías que definen tradicionalmente la cultura y sus representaciones hegemónicas (Nina Felshin, 2001, p. 73). Es en las intersecciones producidas entre las acciones artísticas y las acciones políticas que estas formas de hacer arte escapan a las lógicas hegemónicas e institucionales del arte contemporáneo.

REFERENCIAS

Antivilo, J. (2013). Arte Feminista Latinoamericano: Rupturas de un arte político en la producción visual [Tesis Doctoral]. Universidad de Chile.

Felshin, N. (2001). ¿Pero esto es arte? El espíritu del arte como activismo. Modos de hacer: arte crítico, esfera pública y acción directa, 73–94.

Instituto Nacional de las Mujeres, G. de M. (2021). Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres. gob.mx. http://www.gob.mx/inmujeres/acciones-y-programas/alerta-de-violencia-de-genero-contra-las-mujeres-80739

SIESVIM, I. (2022). Violencia contra las mujeres en México [Instituto Nacional de Estadística y Geografía]. Sistema Integrado de Estadísticas sobre Violencia contra las Mujeres. https://sc.inegi.org.mx/SIESVIM1/paginas/consultas/boletines.jsf

ULTIMOS ARTICULOS