
Resumen
El liderazgo en el área de la salud, más que una posición, es una habilidad clave para coordinar a equipos multidisciplinarios y garantizar una atención de calidad. Derivado de la investigación "Estrategia para fomentar el liderazgo en estudiantes de ciencias de la salud", elaborado con financiamiento del “Programa Investigadoras e Investigadores COMECYT”, en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma del Estado de México, se evaluó si un programa educativo podía mejorar estas habilidades de los estudiantes de fisioterapia, después de 8 sesiones centradas en las prácticas de liderazgo.
Los resultados mostraron una mejora significativa, demostrando que el liderazgo puede ser desarrollado a través de la educación. En un sector de la salud cada vez más complejo, los líderes son esenciales para unificar equipos, inspirar una visión compartida y mejorar procesos. En conclusión, se propone que las instituciones educativas incorporen programas de liderazgo para formar a futuros profesionales de la salud, lo que resultará en un sistema más robusto y humano.
Palabras clave: liderazgo, ciencias de la salud, educación.
El liderazgo es una habilidad que se puede aprender y perfeccionar; más que una posición de poder es la capacidad de influir en un grupo para el alcance de una visión o meta común, puede ser de manera formal (jerarquía) o informal (por relaciones personales). Esta competencia es muy importante en el ámbito de las ciencias de la salud, ya que los profesionales de esta área además de conocimientos técnicos requieren habilidades interpersonales para trabajar en equipo, comunicarse de manera efectiva tanto con equipos de trabajo, como con los pacientes y usuarios de sus servicios y ofrecer una atención de calidad.
A través del proyecto de investigación: "Estrategia para fomentar el liderazgo en estudiantes de ciencias de la salud", se buscó medir si una intervención educativa podía mejorar las habilidades de liderazgo en un grupo de estudiantes de pregrado de Fisioterapia. El estudio consistió en la evaluación de prácticas de liderazgo que manifestaban los estudiantes, para lo cual se utilizó un cuestionario de 30 preguntas llamada Student Leadership Practices Inventory (SLPI-Self), este cuestionario se les aplicó antes y después de participar en un programa de 8 sesiones enfocadas en realizar actividades prácticas y reflexivas sobre las cinco dimensiones del liderazgo propuestas en el modelo de Kouzes y Posner.
Los resultados mostraron una mejora significativa en la manifestación de las prácticas de liderazgo; esto sugiere que la intervención tuvo impacto en la percepción de los estudiantes sobre su capacidad para ser un ejemplo y para motivar a otros con una visión clara. También se demostró que las habilidades de liderazgo no son fijas, si no que se pueden desarrollar a través de la educación. A partir de los hallazgos, se ofrece una base para que las instituciones educativas incorporen programas de liderazgo en la formación de los futuros profesionales de la salud.
En la actualidad, las ciencias y los servicios de salud se han vuelto cada vez más complejos, lo que ha transformado gradualmente la práctica clínica y la gestión de la atención. La cantidad de conocimientos en torno a los procesos de salud y bienestar han crecido de manera exponencial, ya no basta con un solo profesional para resolver todos los problemas de salud de una persona, además de que se han desarrollado diversos procedimientos, tratamientos y medicamentos, lo que lleva a la fragmentación del conocimiento y la superespecialización.
Hoy en día, la atención médica depende de equipos multidisciplinarios: enfermeras, fisioterapeutas, nutriólogos, psicólogos y muchos otros especialistas que deben trabajar juntos de manera coordinada y eficiente. Aquí es en donde el liderazgo se hace necesario, pues un buen líder en el ámbito de la salud no solo es la persona con más experiencia o aquel que ocupa el cargo más alto, se trata de alguien que debe ser capaz de unir al equipo conformado por profesionales de diversas especialidades para que trabajen juntos por un objetivo en común, el cuidado del paciente o de una comunidad.
Un líder debe tener claros sus propios valores, en el ámbito de la salud, esto puede ser el compromiso con la empatía, la excelencia clínica o la seguridad del paciente. Además, sus acciones deben ser coherentes, adhiriéndose a los protocolos, tratando a los colegas con respeto y mostrando dedicación. También debe ser capaz de inspirar una visión compartida de lo que significa la mejor atención para el paciente. Como parte del equipo, es quien puede habilitar a otros para actuar, delegando responsabilidades, fomentando la confianza y la colaboración.
Un profesional de la salud con habilidades de liderazgo suele buscar nuevas formas de mejorar los procesos, la atención y los resultados, por lo tanto, está dispuesto a experimentar y tomar la iniciativa aun sabiendo que el cambio implica riesgos, promoviendo una cultura en la que las fallas se ven como una oportunidad de aprendizaje. Empoderar al equipo, dándole autonomía, confianza y las herramientas necesarias para desarrollar sus habilidades, es otro aspecto importante para lograr un buen desempeño y compromiso del equipo.
Imaginemos un hospital donde el personal se siente desmotivado, donde las ideas para mejorar los procesos no son escuchadas y los logros pasan desapercibidos; en ese entorno, la calidad de la atención eventualmente se ve afectada. Un líder eficaz desafiaría el proceso para encontrar mejores formas de hacer las cosas, alentar a su equipo reconociendo el esfuerzo y los éxitos, modelando el camino con su propio ejemplo, viviendo los valores de la empatía, la compasión y el compromiso.
Como se pudo analizar en el estudio realizado, las prácticas de liderazgo se pueden desarrollar a través de la intervención educativa, al ofrecer a los participantes las oportunidades estructuradas para reflexionar, practicar y recibir retroalimentación sobre cada una de las cinco prácticas clave que proponen Kouzes y Posner. El objetivo es convertir los conceptos teóricos en comportamientos prácticos y medibles.
El futuro de la atención sanitaria no se basa únicamente en la tecnología o en los avances científicos, depende también de las personas que proveen el servicio y de la capacidad que tienen para trabajar como una unidad cohesionada. Por lo tanto, invertir en la formación de líderes en las facultades de ciencias de la salud es una necesidad imperativa, pues al dotar a los futuros profesionales de la salud de habilidades blandas además de habilidades técnicas, se asegura que, al egresar, estén listos no solo para cuidar de la salud, sino para fortalecer equipos y optimizar sistemas, garantizando así un sistema de salud más robusto y humano.
Las habilidades de liderazgo no son fijas, se pueden desarrollar a través de la educación. Los hallazgos obtenidos a partir del estudio mediante intervención educativa ofrecen una base sólida para que las instituciones educativas incorporen programas de liderazgo en la formación de los futuros profesionales de la salud.
Es importante mencionar que este estudio tiene algunas limitaciones, como el tamaño de la muestra y el hecho de que se basó en la autoevaluación; para obtener una visión más completa, se recomienda que los estudios futuros incluyan la opinión de compañeros o profesores. Además, sería valioso evaluar si estas mejoras en el liderazgo se mantienen a largo plazo y cómo se traducen en un mejor desempeño profesional.