En el centro histórico de Puebla, se erige el edificio San Francisco Xavier, también conocido como San Xavier. Este inmueble, que actualmente hospeda el Centro Integral de Servicios (CIS) y el Museo del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana, es un testigo silente de más de dos siglos de historia. Su multifacética existencia como Colegio Jesuita, bastión militar y penitenciaría estatal lo convierte en un pilar de la memoria individual, colectiva y cultural, así como en un emblema de lo que hemos denominado paisaje disciplinario en la ciudad.
El territorio circundante de San Xavier se conformó como parte integral de la Plazuela de Guadalupe, que más tarde se renombraría como Plazuela de San Javier, en honor a un fondo legado por la orden jesuita para fundar un colegio en nombre de San Francisco Javier (Leicht, 2001). Aunque los bordes del edificio estén delimitados por las calles 13 Sur y 15 Sur, y las Avenidas Reforma y 3 Poniente, el territorio en que el paisaje disciplinario se desenvuelve se extiende desde la Avenida 2 Poniente y 11 Sur hasta la calle 15 Sur y Avenida 11 Poniente. En esta territorialidad destacan el Paseo Bravo, el Benemérito Conservatorio de Música, la Avenida Juárez, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, bachilleratos, universidades, comercios, cafeterías, así como agencias de autos.
Ahora bien, en este territorio se enmarca el espacio del paisaje disciplinario, este espacio es lo que ha permitido que San Xavier se distinga como único y diferente. El flujo de acciones, interacciones y subjetividades que se han generado y desarrollado a lo largo de estos años inicia con su labor colegial en 1751, dedicándose a la enseñanza cristiana y a la alfabetización de los indígenas, hasta que la expulsión de los jesuitas en 1757 marcó el fin de aquella función. Con el paso del tiempo, el templo sirvió como hospital de campaña durante las epidemias de 1812 y 1813 (Leicht, 2001).
En 1834, el edificio pasó a propiedad del Estado, teniendo funciones como cuartel de caballería, hospital militar y garaje para el Cuerpo de Bomberos. En 1840, detrás del antiguo colegio y templo de San Xavier se iniciaron las construcciones de la nueva penitenciaría del estado, obra del arquitecto y artista José Manzo. Aunque la intervención francesa de 1863 causó la parcial destrucción de la obra penitenciaria, los trabajos de reconstrucción se retomaron eventualmente y finalizaron en 1867. La penitenciaría de Puebla, inaugurada en 1901, se distinguió como una de las primeras en su género en Latinoamérica, y fue el presidente Porfirio Díaz quien la inauguró oficialmente el 2 de abril de 1891, deviniendo así un modelo penitenciario para la ciudad, cuya función terminó en 1984. Por su parte, el edificio que correspondiente al antiguo colegio funcionó como escuela, la Secundaria General 2 de Abril (Palou, 1995).
A finales del siglo XX el Gobierno del Estado decidió que el edificio de la antigua penitenciaría albergara el Instituto Cultural Poblano y abrió sus puertas en 1985; aquí también se resguardaba el Archivo General de Notarías y el Archivo General del Estado de Puebla (Palou, 1995). Posteriormente, en 2014 se instauró el Centro Integral de Servicios (CIS) San Javier y otras oficinas gubernamentales, y al mismo tiempo en el antiguo colegio, el Museo del Ejército y Fuerza Aérea de México. Con esta última intervención, hablamos de 200 años de historia de San Xavier como un lugar emblemático, un edificio que en sí mismo representa una unidad de diversas referencias temporales, al tiempo que adquiere significado para residentes y visitantes.
San Xavier ocupa toda una manzana y se mantiene como un solo complejo edificado; sin embargo, está dividido en dos grandes edificios: el que fungió como colegio y el que funcionó como penitenciaría. En cuanto a sus fachadas, la del antiguo colegio se sitúa en la calle 13 sur, mientras que la de la penitenciaría en la Avenida Reforma. Ahora bien, cada uno de estos espacios cuenta con elementos arquitectónicos que los caracterizan y les otorgan singularidad y se han conservado hasta nuestros días. En el caso del antiguo colegio, los diseños enroscados se aprecian en toda la construcción, y entre los elementos destacados del barroco se distinguen el zócalo de piedra, las cornisas, las balaustradas y los frontones; además, las ventanas presentan columnas corintias y arcos sencillos. En el interior dos patios cuadrados, uno es el punto central del actual Museo del Ejército, desde el cual se permiten apreciar las paredes de piedra originales. La estructura es notable, fusionando toques modernos como vidrios templados, estructuras de metal y pasillos de cristal con las características originales del colegio.
Por otro lado, en la antigua penitenciaría, el uso del ladrillo rojo, mosaicos y elementos de herrería en puertas y ventanas contribuyen a su singularidad. La entrada situada en Avenida Reforma destaca con un arco dintelado de piedra y dos columnas cuadradas con acabados corintios a los lados. Los muros que la rodean están conectados por pasillos que llevan a las torres de vigilancia. En su interior destaca la estructura panóptica, siendo el único edificio en el centro histórico y la ciudad que lo tiene. Este diseño, ideado por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham, permitió a los guardianes de las torres ubicadas en cada arista del polígono observar a todos los prisioneros, que se encontraban en celdas individuales alrededor de la estructura. Desde una vista aérea al polígono, se pueden apreciar arcos, pasillos y ventanas. Hoy en día, algunas celdas han sido modificadas para oficinas, mientras que otras conservan sus números originales, letreros y estructuras, utilizándose como bodegas de archivos o para almacenar suministros.
Pensar el territorio y el espacio indiscutiblemente lleva a hablar del lugar que caracteriza a este paisaje. En los lugares se establecen las relaciones de las personas y su entorno, el cual también puede entenderse como la identidad del paisaje. La identidad del paisaje disciplinario está conformada por las huellas que ha dejado el pasar de la historia en él, desde lo construido hasta los símbolos que se apoyan en su memoria. La historia de San Xavier y la memoria derivada de ella se han conservado, puesto que el edificio se ha desempeñado como un espacio de importancia histórica en la ciudad, tanto por su ubicación como por todas las actividades que en él fueron desarrolladas. En este sentido, el paisaje se entiende como un elemento en tres grandes estructuras institucionales: la iglesia (colegio), el ejército (cuartel militar) y la administración pública (CIS), las cuales son parte de lo que le da identidad a San Xavier.
El paisaje disciplinario entonces se refleja en su actual uso como museo militar y espacio burocrático gubernamental. La arquitectura del edificio también puede evocar y mantener significados y asociaciones a lo largo del tiempo, influyendo en la percepción de quienes lo visitan o trabajan en él. San Xavier, como centro de este paisaje, se adapta a distintos contextos históricos y roles funcionales, otorgándole legitimidad disciplinaria en el presente. La relación entre ideología, autoridad y memoria es fundamental para comprender cómo se integra una comunidad alrededor de este paisaje y a su vez cómo este paisaje contribuye al imaginario de la ciudad.
Finalmente, San Xavier como el centro de este paisaje es un fenómeno que va más allá de la mera rememoración del pasado. Se trata de reconocer cómo la memoria de los lugares influye en el presente y la identidad de la ciudadanía. Ahora, como patrimonio, cumple un doble papel: evoca recuerdos específicos y legitima la memoria oficial que en él se apoya. Sin embargo, encontrarse con un edificio como este nos plantea una pregunta crucial: ¿qué sucede cuando se impone el olvido? Estos lugares, en su constante vaivén entre lo privado y lo público, unen las memorias del pasado y del presente de la ciudad. Nosotros, como ciudadanos y como quienes disfrutamos de estos espacios, podemos dar luz y reconocimiento a las voces silenciadas.